Por P. Manuel Antonio García
Arquidiócesis de Santo Domingo
El tercer domingo de Adviento rememoramos el Sermón de Fray Antón de Montesinos, dominico llegado a la Hispaniola en el año 1510, tras 18 años de llegada de los españoles que a nombre de la corona tomaron posesión de dicha Isla. De entrada, sentamos nuestra postura al respecto desde el punto de vista de la Iglesia Católica. No se trata de una leyenda negra. Los discípulos mendicantes del Santo Predicador Domingo de Guzmán llegados a esta Isla comprobaron presencialmente el trato esclavista al que fueron sometidos los nativos pacíficos. La comunidad de religiosos no podía quedarse indiferente al respecto. Utilizaron el único recurso que poseen haciendo acopio de su nombre de Orden de los Predicadores, delegaron el 21 de diciembre de 1511, por sus capacidades oratorias, a Montesinos el Sermón basado en la doctrina católica más fiel y conforme a la voluntad del Magisterio de la Iglesia.
Yo soy la voz que clama en el desierto fue el título de la denuncia profética que alzaron los dominicos hacia el mundo en la Misa de aquel domingo frente a Diego Colón, el virrey y los encomenderos de la Isla, entre los que destacaba Bartolomé de las Casas, quien se convierte de sus caminos errados ante aquella prédica y pasará a ser religioso de la misma orden.
Montesinos, a nombre de todos sus hermanos de comunidad, denuncia la repartición como mercancía de los nativos por parte de los encomenderos, así como la apropiación indebida por parte de la corona española de aquellas tierras. Desde la tradicional prédica del adviento afirma que las conciencias de los españoles en la Isla semejantes al desierto estéril, razón de su ceguera. Como la voz de Cristo que clama en el desierto de esta isla afirmó rotundamente que todos están, viven y mueren en pecado mortal por la tiránica crueldad con que utilizan los encomenderos a esos antiguos habitantes inocentes. Se trata de una esclavitud horrible y cruel, fuera de todo derecho y justicia. Como tierras mansas y pacíficas son las tierras a las que llegaron estos conquistadores con estragos y muerte, sin ninguna autoridad de lo alto.
A continuación, en su discurso describe en su sermón el fraile las condiciones y el trato que infligen los nuevos pobladores a sus antiguos moradores: sometidos al hambre, a la enfermedad sin atenciones médicas, con trabajos excesivos que los oprimen y fatigan hasta llevarlos a la muerte. Todo para adquirir oro. De manera contundente les dice Montesinos a la cara: ustedes los matan. No les importa si conocen la doctrina cristiana, ni a su Dios y Creador, ni los bautizan ni les hacen participar de la Misa y guardar domingos y fiestas.
Dichas palabras que nos ha transmitido Fray Bartolomé de las Casas recogen el sentir de la Iglesia de aquel tiempo y del actual. Un llamado a la conversión para con nosotros en relación con los obreros y trabajadores bajo nuestra autoridad. Han de resonar sus cuestionantes a modo de examen de conciencia en nuestro corazón:
«¿Estos, no son hombres? ¿No tienen almas racionales? ¿No están obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿No entienden esto? ¿No sienten nada por esto? ¿Cómo están en tan profundo y letárgico sueño dormidos?» Y sentencia Montesinos a los asistentes a dicha Misa. En el estado en que se encuentran los allí presentes, semejantes a los que no tienen fe en Jesucristo, no se podrán salvar.
Las Casas explica que los presentes quedaron atónitos. Algunos se llenaron de ira ante la acusación, algunos se empecinaron más en su actitud esclavista y otros se apenaron mucho, pero ninguno se convirtió de sus malos caminos. Bajo presión fueron sometidos los dominicos a retractarse. En lugar de ello, Montesinos en nombre de los suyos volvió a denunciar con más detalles y severidad la actuación esclavista de los encomenderos condenando la conquista de América por parte de la Corona de Castilla.
La situación se tornó en escándalo intercontinental. Montesinos fue llamado a capítulo ante la Junta de Burgos convocada por el mismo Fernando, Rey Católico. El Fraile viajó a España a comparecer ante juristas y teólogos que debatieron el tema. Las conclusiones de este debate se convirtieron en las Leyes de Burgos del 1513 que buscaron reglamentar a lo que podemos denominar la trata de los indígenas.
En el papel se plasmó la legislación de la mejora en las condiciones de los nativos, pero esto no detuvo la extinción de estos en la Isla a causa de las inhumanas condiciones del trabajo al que fueron sometidos. Se fundó el Convento Santo Tomas de Aquino en Puerto Rico. Fray Antón de Montesinos fue trasladado. Su misión continuó, como la de todo profeta hasta alcanzar similar fin: fue martirizado en la misión en Venezuela del 1540.¡Se haga vida en nosotros lo que Montesinos predicó!